12/18/2006

Historia del Rock


I

El 2 de enero de 1990 llegamos a Santa Fe. La familia en el R 12 y el mobiliario casi completo de la vieja casa en un camión.

Veníamos de Concordia, con un sol alucinante cayendo a pique sobre las calles agrietadas y los saldos recalentados del festejo del 1ro. Mis padres, mi hermanita bebe, mi hermano, mi abuela materna y un amigo mío del barrio que se nos coló.

Las causas de semejante éxodo no constituyen, por lo menos hasta ahora, un punto de interés para la historia, pero para no pecar de escueto o misterioso me limitaré a decir que estábamos en bancarrota.

Mi viejo era viajante de comercio y su fuerte habían sido las ventas pueblo por pueblo de indumentaria básica para el hombre y la mujer: bombachas, corpiños, camisetas interlock, Grafa, etc., y productos de mercería: cierres, botones, cinta gross, falletina, bebe, al bies, etc. Teniendo en cuenta la política de importaciones con que Menem y su equipo habían inaugurado el primer período, no es difícil imaginar la desgracia que esto significó para los vendedores de industria nacional frente a la competencia voraz de las tiendas de coreanos. Y el somero proyecto que ahora venía pergeñando era, no sé muy bien por qué, la venta de equipos de arroz (que así se le llama a un acoplado lleno de granos) proveniente de unos molinos entrerrianos para colocar en supermercados de la zona: Paraná, Esperanza, Rafaela.

Pero la cuestión es que yo tenía por entonces 18 años y venía de dar mi primera vuelta olímpica por las carreras del gran mundo. Terminado el bachillerato en 1988, al próximo año me había instalado en Buenos Aires para cursar Guitarra en el Conservatorio Nacional. Pero el intento se diluyó a los pocos meses, debido a un accidente inoportuno. Una canilla mal cerrada en el departamento de calle Agüero y Pacheco de Melo que le costó a mi viejo la reposición de todo el parquet del piso y a mí y a mi compañero, una tirada de bolas que nos devolvió sin escalas intermedias a Entre Ríos, a la humillante monotonía del barrio Lezca.

La estadía en Buenos Aires me había terminado de inculcar el rock, una movida mental que había comenzado para mí hacía unos años atrás, después de haber visto en vivo en el club Ferrocarril de Concordia a Soda Stereo presentando Nada personal, con el Zorrito Von Quintero (que entonces sólo conocíamos como Fabian) chorreando rimel sobre un teclado zarandeado a lo loco. O quizás muchos años atrás, cuando mi mamá nos llevó a mi hermano y a mí al club Lobo Libertad a ver a Rafaela Carrá y casi me prendo fuego de ver semejante melena revoleada, o ese otro concierto de Raúl Porchetto donde fuimos con mi prima, con apenas doce o trece años, y casi nos morimos del susto cuando empezaba el show con sonido de helicópteros invadiendo todo el espacio acústico, antes de que apareciera Raúl y entonara los primeros versos de Reina Madre.

“Pero, madre,
¿qué está pasando acá?”

Eso mismo nos preguntábamos con la Mary, que se me quería escapar de la platea para meterse en pleno campo, y yo que la reprimía como buen primito cuidador. Y las estudiantinas, donde mi primo Luis, que era un capo de cómo 17 años, cantaba sólo con su acústica “La gente del futuro” de Miguel Cantilo. Y un poco después el recital de Virus, en Capuchinos, donde un cheto bobo de apelativo Tortuga le gritó ¡Puto! a Federico y Federico detuvo el show, se acuclilló frente al pie del micrófono y soplándose el pelo largo pegoteado en la cara, escupió algo así como ¡¿Cómo?!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es tan atrapante conocer bastos universos nuevos e impactante. Yo, criado en los 90's con todo el mundo de musica internacional a mis pies, al alcance de mi mano y con un menemismo que promovia que lo de afuera era mejor que lo de aca; me senti impresionado al escuchar los viejos cassettes de mi vieja y descubrir los abuelos de la nada, charly y demas personajes. Creo que estos nuevos universos que uno descubre son interesantes pero más interesante es conocer como se llegó hacia ellos. Así que adelante amigo con tu historia del rock... Saludos