12/18/2006

Historia del Rock 4


Horas y horas perdiendo el tiempo, buscando un amor, un misil en mi placard. Nadie tocaba ya la guitarra en las calles ni se hippeaba tanto, salvo en la feria de artesanos de Plaza Francia, los domingos, donde Fidel Nadal (que tocaba todavía en T.T.M. y ya parecía un etíope), vendía carteritas hindúes, pero siempre atenti a la irrupción de los cobanis. La policía entraba en un café finito de la calle Corrientes y se llevaba a los que no teníamos documentos o portabamos colgantes con imágenes de hojitas de cannabis. Pero la gente no se escurría ya tanto y se había hecho costumbre acompañar a los detenidos hasta la jefatura para controlar que a los canas no se les escape un zopapo y que se siguieran los procedimientos legales. Incluso una noche recuerdo que un patrullero se llevó sin explicaciones a un artesano amigo y con mi compañero corrimos como locos hasta T.E.A., la flamante escuela de periodismo donde trabajaba Carlos Ulanovsky, quien nos recomendó guardar la calma y esperar y, dado el caso, reclamar un Habeas Corpus que por suerte no fue necesario.
Corría el año 1988 en Buenos Aires (y antes de corregir este error, puesto que el mismo año corría para todo Occidente en general, me doy cuenta de que el año 1988 del que estoy hablando sólo ocurría en Buenos Aires), el "circuito del rock" era para nosotros ir caminando hasta Callao, de ahí hasta Corrientes, revisar los libros en las ofertas y de ahi al Teatro San Martín a buscar faso y amigos. Videos de King Krimson en El Rojas donde me encontraba con Brian, un punk que me había invitado a tocar en su banda: Seducción psicópata, y siempre me hablaba de The Smiths y del gas para recargar encendedores. Si era lunes íbamos a Mediomundo Varieté a escuchar los monólogos envenenados de Enrique Sims y ver bailar a Karina con K y a Batato Barea, quien nos invitó una noche a mostrar nuestros carteles de poesía porque le había gustado nuestro punk ingenuo. ¡Gracias Batato!

1 comentario:

Ramiro Espinoza dijo...

Ahora que me acuerdo, todavía conservo para un improbable 'Museo del Unerground' dos ejemplares de la revista que produjera, dibujara y editara el señor Walter (Batato) Barea: 'Aracalacana'.

Los envió a un concurso de historieta en Santa Fe y quedaron congelados en el estante de un amigo. Una sabia expropiación los salvó de la destrucción.

(los comic del fanzine son bien bien feos).